El problema coincide con el inicio del conflicto armado en el territorio sirio, como ya ha ocurrido en periodos bélicos anteriores en el país.
El problema del contrabando arqueológico en Siria se ha multiplicado por diez desde que diera comienzo la guerra civil en 2011 y que continúa activa en la actualidad. Los destinatarios de las piezas saqueadas son, principalmente, algunos países vecinos como el Líbano, Jordania, Turquía, Irak, Palestina e Israel. Es la Biblioteca Nacional la principal afectada por esta ola de robos, además de lugares de gran valor arqueológico e iglesias.
En la actualidad, Siria posee importantes sitios arqueológicos. Seis de ellos inscritos en la lista de patrimonio mundial de la Unesco, organismo que en varias ocasiones ha mostrado su preocupación por las consecuencias del conflicto sobre el patrimonio cultural de la nación. Se trata del casco antiguo de Damasco, el del Bosra y Palmira, la ciudad antigua de Alepo, la conocida como Ciudadela de Saladino, inscrita conjuntamente junto con el Crac de los Caballeros (fortaleza del siglo XII) desde el año 2006 y varios pueblos antiguos del norte.
Según aseguraba Asad Sei, responsable de la Dirección General libanesa de Antigüedades, en el Líbano se han tomado medidas contra estos delitos y se han detenido a varios traficantes de antigüedades y bienes culturales. Por ejemplo, a finales de agosto las autoridades libanesas devolvieron a Siria 18 mosaicos hurtados mediante excavaciones ilegales de yacimientos arqueológicos en el noreste del país, que representaban el poema épico de La Odisea.
La historia se repite
Una situación parecida tuvo lugar durante los conflictos en Irak o la guerra civil libanesa de 1975 a 1990, -en la cual intervinieron Siria e Israel- cuando varias piezas arqueológicas de gran valor salieron del país. Tan solo una parte de estas antigüedades volvió al país con posterioridad gracias al trabajo de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol), que cuenta con 190 países miembro.